viernes, 29 de enero de 2016

Verborrea. Ejercicios


Según el consejo del experto solo debería seguir el impulso de sentarse a escribir y escribir con la finalidad de llegar a un cuento extraordinario, no necesitaba corregir solo dejarse llevar, la edición la haría al final del escrito pero mientras tanto el ejercicio debería ser solo el de teclear, teclear y teclear,  cada vez con mas vigor con mas energía, no golpear las teclas por hacerlo sino adoptar un ritmo casi mágico como bailando, respirando en las teclas,  transpirando las ideas no solo sobre la máquina, sino a través de sus dedos, de las puntas de sus pulpejos invocando los pensamientos mas alocados y encubiertos de su alma, aquellos que una vez a flote generarían inclusive escalofríos a el mismo y a sus lectores, porque a pesar de querer mantener la conciencia en este ejercicio, la velocidad de la escritura dejaría exhalar los matices mas recónditos e inexplorados del inconsciente, aquellos que verdaderamente brindarían placeres y estremecimientos psicológicos.
Un cuento de ciencia ficción, o de terror o de enigmas tal vez, sin embargo no algo que fuera convencional, romántico, comercial o trivial esto podría ser tomado como una vulgaridad y una vulgaridad no tendría valor ante un editor, ante los lectores, pero sobre todo ante si mismo. La idea era generar un escrito que resultara valioso por fuera y por dentro, que fuera bello en cada textura de las palabras, que tomarlo produjera un éxtasis al verlo convertido en libro,  el encuadernamiento perfecto, las pastas suaves o duras pero hechas por una editorial formal. Algo que denotara el esfuerzo de haber sido revisado, analizado, y aprobado por terceros, no importando que el editor o la editorial no fuesen grandes o famosos, pero que significara un compromiso al aceptar por válido un texto procedente de un extraño, una prosa digna de generar sentimientos álgidos, cualesquiera que estos fueran…

miércoles, 27 de enero de 2016

SERIE – ESCRIBIENDO ‘FLOR DE CANELA’: Cómo surgieron los elemento de la historia


Ya he contado en posts previos que descubrí la convocatoria para el 2º Concurso Literario de Autores Indies organizado por la Tienda Kindle de Amazon, cuando a este le faltaba un mes para finalizar.

He descrito también que escribí Diamante Ajedrez mi primera y única novela hasta el momento 29 años atrás y que dicho escrito nunca se publicó y siempre mantuve la intención inconclusa de revisarla o reescribirla.

El concurso en puerta revivió en mí el deseo de tomar de nuevo el tema de Diamante Ajedrez. No obstante esa historia de ciencia ficción que en la adolescencia me pareció atractiva, adolecía de graves fallas en los personajes, en el diseño de los ambientes, en la estructura de trama y le sobraban demasiadas hojas, entre otros muchos defectos que le encontré.

La historia sin embargo mantenía un tema que para mí fue central en aquel entonces y lo seguía siendo ahora: la idea de portales abiertos a otras dimensiones.

En la narración de Diamante Ajedrez el tema del paso a otra dimensión lo solucioné “haciendo” atravesar al protagonista por un agujero negro viajando en una nave espacial a la velocidad de la luz. Pero en este momento de mi vida tenía demasiadas limitaciones “científicas” para poder justificar un escenario de ese tipo.

Además de eso no me sentía ya motivado para escribir ciencia ficción, demasiadas explicaciones a mi parecer. Pero el portal, ese seguía en mi cabeza. La idea cambiar los cuerpos, la materia, en el tiempo y en el espacio siempre me fascinó. Recuerdo imaginar una compuerta que se abría debajo de mi cama cuando era pequeño por supuesto cuando los adultos no estaban presentes, en la cual mi hermano y yo descendíamos a un universo paralelo lleno de juguetes. No recuerdo si de dulces también pero sí todos los juguetes imaginables, dispuestos en anaqueles interminables. Nunca me detuve a indagar de donde podría haber provenido la luz que llenaba el espacio con colores claros y brillantes pero no era un lugar subterráneo en ninguna forma.

Decidí no revisar Diamante Ajedrez. No para este concurso, no todavía. Pero tomé el tema de los portales como una de las piezas del rompecabezas que estaba por armar.

Dicen que uno escribe en gran parte lo que vive y que los personajes protagónicos o antagónicos y también los secundarios, nacen de nuestra personalidad, seamos conscientes de sus rasgos o no. En la gran poción que comenzaba a cocinarse en el caldero de mi mente, fueron cayendo además de los portales provenientes de Diamante Ajedrez experiencias que había vivido en mi pasado próximo.

Primero los lugares, aquellos que amo. No todos y no en orden: Pátzcuaro, Michoacán, México; Boston, Massachusetts y París, Francia.
Luego yo a mitad del camino, mi pretexto: el poco tiempo que tenía para escribir. Supongo que en realidad es que aún no me desteto de mi mismo. Creo que los escritores maduros lo han hecho ya, al menos lo saben hacer y pueden desprenderse y ver a otro desde lejos o desde cerca pero como un tercero, un ojo visor que no se involucra, alguien que toma la personalidad del prójimo y la somete a la disección bajo el microscopio de la imaginación literaria. Quizás esos escritores, los profesionales regresen de cuando en cuando a sí mismos pero tienen la habilidad para desdoblarse, para penetrar en la mente y el cuerpo de los demás y a veces inclusive para desarrollar el don de la ubicuidad.

No es aun mi caso.

Soy médico y debería – o se supone que debería – entender al ser humano mejor que otras personas. Pero soy mas bioquímico que clínico creo y tiendo a descomponer en partes en lugar de integrar en sistemas. Tengo la esperanza de mejorar con el tiempo pero por ahora, los personajes aun los hago de plastilina como en el kinder. Tienen una bola que representa las cabeza, un cilindro para el cuerpo y cuatro palitos para los miembros. Hablan poco, les cuesta trabajo armar frases largas y definitivamente aún no dialogan.

Si los exprimiera la bola de la cabeza quizás extraería uno o dos pensamientos profundos, pero las charlas que mas se disfrutan al leer son las de café, los pensamientos profundos están bien para los filósofos y a mi me gustaría que me leyeran como novelista. Demasiadas pretensiones.

Por lo tanto el monigotito que me sale mejor soy yo mismo. Y cuando me veo de lejos me choca un poco el parecer narcisista o egocentrista, pero creo que también tengo cosas interesantes que contar por lo que tomé prestadas varias de las experiencias de mi vida para ponérselas al personaje principal. Al final se parecería un poco a mí, pero podría comenzar a desprenderme si lo describía como alguien mas.

A ese personaje lo construí con aquellos rasgos me resultaban mas familiares. Era mi hijo y a los hijos voluntaria o involuntariamente los esculpimos a nuestra imagen y semejanza.

Este hijo viviría la experiencia de los portales, en los sitios que mencioné. Además la historia era la oportunidad para hablar de mis controversias, las dualidades que me parecen tan interesantes y las cuales disfruto. Ciencia y religión, judíos y cristianos, cultura provincial mexicana y Nueva Inglaterra. Y como colofón un tema que ya he mencionado, la música como una muletilla que me acompaña. Tal vez como un deseo reprimido de mi cerebro por aprenderla.

Quizás eran demasiados elementos, quizás muy disonantes, quizás muy difíciles de combinar. Pero me habían entusiasmado y comenzaban a engranarse como piezas de un mecano.

En el siguiente número describiré como fui decidiendo cada uno de los temas que incorporé a mi maqueta para escribir una historia.

martes, 26 de enero de 2016

SERIE – LIBRO DE FICCION: "El Conde de Montecristo" de Alejandro Dumas


¿Qué puede decirse del Conde de Montecristo que no se haya dicho ya? Probablemente muy poco porque este libro que fue publicado por Alejandro Dumas padre en el año de 1844 ha tenido innumerables traducciones, se reedita constantemente y ha sido una lectura obligada en diversos cursos de literatura universal en todos los niveles escolares en una gran cantidad de países.

Se han creado versiones en dibujos animados de esta historia y las versiones cinematográficas no son pocas, aunque no necesariamente exitosas y según mi opinión particular varias de ellas muy lejanas al sentido real del texto original.

Brevemente, este libro narra una parte de la historia de Edmundo Dantés, un marino francés cuya vida se ve alterada por entregar un mensaje secreto del cual el mismo desconoce el contenido y remitente, que postre resultaría proveniente del mismo Napoleón Bonaparte en un tiempo en donde ya sus enemigos realistas comenzaban a cerrar el cerco para derrocarlo y regresar al trono de Francia a la rancia aristocracia.

Este acto inocente de Dantés y la traición que lo delata, le vale ser arrestado y eventualmente sentenciado sin juicio previo a una prisión injusta e inhumana en el Castillo de If.
Castillo de If

Es en dicho castillo donde conoce al abate Faria, quien será su mentor durante todos los años que comparten la reclusión. El abate lo ilustra con profundidad en una vasta cantidad de los conocimientos que se consideraban suficientes en un erudito de aquella época. Además de ello le revela un secreto al morir sobre una isla que contiene un tesoro y le indica la localización del mismo.

Mediante una astuta maniobra Edmundo Dantés se intercambia por el cadáver de su amigo y mentor que es arrojado al mar desde lo alto del castillo para escapar por obra casi de un milagro de la muerte casi segura que hubiese representado el estrellarse en los peñascos que sostienen la prisión al ser empujado por el bravo oleaje.

De ahí comienza tanto la expedición que Edmundo Dantés organizará con algunos ayudantes para recuperar el tesoro anunciado por Faria, de la isla de Montecristo. Dantés toma el nombre de la isla para crearse un título nobiliario ficticio que junto con la gran erudición que adquirió bajo la tutela del abate y su repentina fortuna, le ganan la admiración de la sociedad francesa de su tiempo.
Escudo de Armas (Alexander Liptak)

Edmundo Dantés ahora Conde de Montecristo aprovecha estas circunstancias para moverse de manera misteriosa y seductora a la vez, con el fin de saber que fue de sus seres queridos a los que dejó de ver súbitamente cuando fue apresado, quienes lo traicionaron y quizás de manera más persistente sobre toda la obra, como fraguar una venganza contra quienes cortaron de tajo sus aspiraciones como marino, lo alejaron de su familia y de su novia Mercedes y lo refundieron en una oscura y mísera prisión sin tener culpa alguna.

Hasta aquí el resumen.

El Conde de Montecristo es un clásico pero ¿cuál es la razón de que lo sea? Un clásico es algo que puede ser tomado como modelo. Y este libro puede ser un modelo en mas de un sentido.
Dumas describe de manera muy detallada como si nos pintara un cuadro o mejor aún nos exhibiera un video, la situación social, política, jurídica, humana de una época convulsa en la cual Francia y Europa entera después de la revolución de 1789 no acertaba a decidir aún que tipo de gobierno sería el mejor para ellas. Pero además reflejaba los sistemas de las instituciones y de la sociedad en la dolorosa transición del despotismo ilustrado al siglo de las luces.
Sus aventuras son variadas y extraordinarias y llevan al lector a los extremos de repeler situaciones que detestaría vivir como el hecho se ser prisionero sin juicio en un castillo situado en una isla viviendo años recluido en condiciones infrahumanas; hasta el extremo opuesto de anhelar la posición de poseer sabiduría, riqueza, elegancia y la admiración de la sociedad mas refinada de la época.
El rasgo quizás mas característico o al menos el mas conocido y difundido es el de la venganza, por el cual ha ganado muchos detractores en cierta forma hipócritas porque lejos de moralismos,  todos en nuestro interior hemos ideado alguna vez alguna de las estratagemas del Conde para hacer pagar a aquellos que consideramos nos han ofendido de alguna manera. Que no lo llevemos a cabo por convicciones personales morales, éticas o religiosas es distinto.
Por supuesto el hecho de encontrarse repentinamente dueño de una fortuna incalculable nunca antes vislumbrada es un poderoso recurso literario del cual han hecho uso autores antes y despúes de Dumas pues apela a uno de las motivaciones más básicas y primarias de los seres humanos, quizás entre otras cosas como la venganza ¿Cuántas personas no se han imaginado de pronto recibiendo la noticia de que encontraron un tesoro en el jardín, se ganaron la lotería o recibieron una herencia? El pasaje es una recreación imaginaria que se nos presenta como un espejo de nuestra propia conciencia.
El Conde de Montecristo es materia de estudio no solamente como novela clásica de aventuras sino como una obra de arte que es necesario disecar, analizar, descomponer, reconstruir. La trama es compleja y con ella se pueden trazar maquetas adaptables a otros libros o a guiones cinematográficos.
El número de personajes es muy rico y sus relaciones alambicadas requiriendo para su comprensión de un mapa cuya planificación se antoja premeditada y concienzuda. En cualquier caso lo que se intuye es la planificación de un trabajo de relojería para organizar la información y luego platicarla de manera ligera en una obra que mas de una vez fue calificada como “folletinesca”.
Pero más allá de cualquier interpretación, calificación y análisis El Conde de Montecristo es un libro que despierta muchas emociones. Es difícil permanecer impávido mientras se recorren sus hojas y no obstante en esa virtud está su trampa, la de sumergirse en la aventura y perder detalle de un hecho que se subestima y sin embargo recorre la obra, le sirve de columna vertebral y al final lo redime de cualquier crítica superficial.
Un hombre – cualquier hombre o mujer – se ve expuesto a una situación desventajosa extrema y lejos de sucumbir se adapta a sus circunstancias aun habiéndolo perdido todo. Permanece atento y esperanzado y tal vez ese estado mental o las plegarias al cielo lo ponen ante una oportunidad de crecer. Se aferra a ese único recurso para no perder la cordura pero quizás también porque reconforta su ser interior. Probablemente algo le dice que debe mantener el carácter incólume para sostener su fe en lo impensable ¡Y lo impensable ocurre finalmente! Proveyéndole de recursos y recompensas que no se habría imaginado en sus sueños más descabellados.

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Si le quitamos al Conde de Montecristo la parte de la venganza que a muchos desagrada es un himno a la reconstrucción del hombre, una especie de Ave Fénix que después de arder renace de sus cenizas siempre que mantenga el fuego encendido en ellas.
En este libro hay sorpresa, dolor, injusticia, traición, aventura, incertidumbre esperanza, recompensa, venganza, gozo, castigo, arrepentimiento. Pero al final lo que nos lleva a cerrar el libro con nostalgia y a envolver la exaltación del corazón con la reflexión de la mente es su ultima frase:


¡Toda la sabiduría humana se resume en dos palabras: confiar y esperar!

viernes, 22 de enero de 2016

SERIE – ESCRIBIENDO ‘FLOR DE CANELA’: Diamante Ajedrez


Diamante Ajedrez fue una novela que escribí durante la preparatoria. Mi primera novela. O un intento de novela.

El último año de la preparatoria estuvo lleno de emociones encontradas. Era el año en que llegábamos a la cumbre de un sistema marcado por las jerarquías. Éramos los “Dioses del Olimpo de la Academia”.

Pero ese año comenzamos con el pie izquierdo, pues aquel que era nuestro líder, el abanderado de la escolta, el comandante del cuerpo de cadetes moría no bien comenzado el curso. Un accidente automovilístico cegó su vida y la de otros miembros de su familia. El manejaba. Y era muy loco para manejar. Los detalles los supimos a cuentagotas y como suele ocurrir con mensajes que se filtran mediante intermediarios, cada interpretación contribuyen a tejer las fantasías.

El día de su muerte nuestra generación lloró. Los Dioses del Olimpo agacharon la cabeza y no pudieron ni siquiera brindar un digno paso dragón en honor del compañero, del amigo.

Con esa funesta noticia a cuestas entramos al salón y en el pizarrón una frase nos recibía de frente: “Aquel a quien los Dioses aman, muere presto…” Con ese extracto modificado de “Los niños mártires de Chapultepec” de Amado Nervo, trataba de reconfortarnos el Profesor Mario Julio del Campo Villarreal, una leyenda de la Academia Militarizada “México” quien a la postre se convirtió en mi mentor y mi amigo.

El Profesor del Campo - como lo llamábamos habitualmente-, era un erudito en toda la regla, uno de esos sabios que se ven ya poco en cualquier parte. Bajo su cargo quedaron cuatro asignaturas que cursaríamos ese año: Literatura Universal, Literatura Mexicana e Iberoamericana, Inglés y Taller de Investigación y Redacción.

Sus clases nunca fueron clases formales. Eran tertulias llenas de anécdotas, chistes, albures - los verdaderos retruécanos de la lengua, casi siempre en sentido sexual para humillar la virilidad ajena “no se puede alburear a una mujer decía el”-, pero también muchas letras en su mejor sentido, e historia con una profundidad excepcional pero con una amenidad sorprendente, todo ello mezclado con el aire de un aristócrata anacrónico en más de un sentido, amante de la belleza, del buen gusto y muy exigente con la ética militar.

Dos años antes de la aparición en el cine de “La Sociedad de Los Poetas Muertos”, nosotros ya habíamos tenido nuestra rebeldía contra dirección de la escuela por algún asunto que ahora es difícil de recordar, nuestro Mr. Keating en la figura del Prof. Del Campo y de alguna forma nuestro Neil muerto aunque por razones distintas. Quizás hubo también algún Nuwanda y otros personajes por el estilo.

Lo que no hay duda es que fue un año de letras, aun para aquellos que nos llamaba la biología, la física, la química o las matemáticas. Y en ese ambiente comenzaron a florecer entre nosotros algunos talantes, pocos talentos y muchas copias forzadas. Uno de esos talentos fue un compañero mío – podría decir amigo pero no lo fue en realidad – que tenía una pasión por Star Wars desde siempre y escribió una novela de ficción cuyo destino a la postre desconozco, pero influyó en otros o al menos en mí para imitarlo.

Napoleón decía que la historia está llena de pocos originales y muchos ecos. Yo al menos en ese momento fui un eco. Me ilusionaba la idea de escribir un libro, que fuera editado, que llevara mi nombre. Quería sostener un volumen que contara una historia escrita por mí. Jorge – así se llamaba el autor de libro – ya me había mostrado que se podía, aún teniendo 17 años.

A este deseo se añadió la coyuntura de una convocatoria para participar en un concurso literario organizado por un periódico – Novedades – y una editorial – Diana – con una obra inédita de al menos 100 páginas de extensión.

Así inició mi primera aventura con la escritura, tecleando por las noches una historia también de ciencia ficción, como si esta fuera la tendencia natural de pseudo-escritores pretenciosos e imberbes. 

Diamante Ajedrez fue un nombre cuyo origen ahora me parece oscuro, solo recuerdo que fue también el nombre del protagonista, un científico que descubrió la manera de viajar a la velocidad de la luz en una nave construida a prueba de daños y tripulada solo por el mismo. No requería a la NASA para su proyecto – nunca lo pensé pero tal vez construyó la nave de titanio  en el patio de su casa – y del financiamiento ni siquiera hubo mención.

Lo importante es que este aventurero espontáneo, fue tragado por un hoyo negro que lejos de hacerlo añicos, lo trasladó a un sistema solar paralelo al de la Tierra pero con una rotación en sentido contrario – es obvio ¿no? – cuyo principal problema era que su Sol comenzaba a extinguirse.

Esta historia con todo y sus amalgamas, podría haberse narrado como un cuento en 10 páginas ¡pero el concurso exigía 100 como mínimo!, razón por la cual tuve que imaginar o teclear al menos unas 90 páginas de historia que rellenaran a la principal.
Introducción del escrito original de Diamante Ajedrez

Mi audaz proyecto una vez enviado no recibió la atención del público que yo esperaba, porque nunca llegó al público. Tal vez el comité del concurso ni siquiera dejó que llegara a los revisores para evitarles la pena, cortando de tajo mis grandiosos ímpetus como escritor.

Y así Diamante Ajedrez pasó de ser la gran aventura al gran recuerdo sobre cuyas hojas se fueron acumulando años, entre los que de cuando en cuando se colaba el deseo de desempolvarla, editarla y publicarla por fin.

El 2º Concurso Literario de Autores Indie organizado por la Tienda Amazon fue la ocasión para despertar al durmiente, pero esa es una historia que dejaré para el siguiente post.

viernes, 15 de enero de 2016

SERIE - LIBRO DE NO FICCION: "Twitter para #escritores" de Jean Larser


Encontré este libro por una casualidad bastante afortunada, revisando  obras de otro tipo en Amazon. El título llamó mucho mi atención, lo cual me parece es el primero de muchos aciertos del autor.

Por una curiosidad del destino - el subconsciente dirán los freudianos y el karma muchos otros más – este libro llegó a mi vida o yo a la de él justo cuando lo necesitaba. Acababa de mover mi libro de haikús ‘Haikús y primeros intentos’ a la plataforma de Amazon, para tenerlo junto a la novela que publiqué para el 2º Concurso Literario de Autores Indie organizado por la Tienda Kindle de Amazon.

Me interesa promover lo que escribo, supongo que como a cualquier autor, novato, experimentado o muy consolidado y famoso. Pero el problema es que una cosa es escribir, o intentar hacerlo y otra muy distinta es que sepamos como dar a conocer lo que escribimos.

Se que para muchas personas, escritores o no Twitter y Facebook - encabezando la lista de innumerables redes sociales - son la antítesis de la cultura, el buen gusto y la comunicación inteligente. Creo que hay muchas razones válidas para tal aseveración.

Pero por otra parte, no es posible negar la validez de estas plataformas y mucho menos su eficacia como medios de comunicación. En lo personal, no me gusta el teléfono, me molesta sobremanera su impertinencia, independientemente de si el timbre es el clásico o la marimba del iphone, pasando por la abundante cohorte de sonidos estrambóticos en el medio. No obstante negar que el teléfono es útil sería injusto por decir lo menos.

Con todo, para mí Twitter no representaba al demonio, aunque mirándolo con cierta gracia después de leer el libro que ahora comento, tampoco se bien a quien representaba. Supongo que me movía por Twitter como lo hace la mayoría, picando aquí y allá, publicando algo chusco, después una reflexión que prentende ser profunda o un escarceo con la cultura mas o menos tieso. En definitiva, como con el Alka Seltzer, sabía que Twitter servía pero no sabía como.

Twitter para #escritores tiene la gracia de ser un libro muy preciso, muy ágil, sin información inservible. No hay grasa, cada página tiene un dato de interés y sobretodo una información que puede – y debe – aplicarse. La primera vez que lo leí me propuse hacerlo como lo hago con cualquier otro libro didáctico, de una vez y tratando de conocer toda su estructura para regresar en una segunda lectura a los detalles.

Ya en la primera lectura el texto de Jean Larser me había cambiado completamente la visión de Twitter, de una simple pasarela de frases telegráficas a un medio que podría emplearse como una herramienta muy profesional para difundir información.

Hizo que cambiara el perfil de mi cuenta, que conociera que existían las “listas” y que yo las podría crear y manipular a mi conveniencia. No me resultó sorprendente que me hablara de la importancia de tener un blog y de que el contenido es fundamental para crear una marca, pero si lo fue el hecho de que ese contenido se hiciera visible mediante una acción constante por comunicarse a través de Twitter.

Quizás en esa primera lectura el mayor cambio fue en el refinamiento de mi uso de Evernote como un recurso muy potente para almacenar y utilizar fuentes de información, y por supuesto el conocimiento – descubrimiento por mi parte – de Hootsuite, Buffer y Tweriod.

Puedo decir que el 40% de mi actividad como escritor desde que terminé la primera lectura de ese libro se centró en consolidar una disciplina de escribir mensajes en Twitter con los criterios lógicos que Jean Larser propone para utilizar las herramientas descritas en función de horarios de mayor audiencia, números de tweets por día, seguimiento a otros escritores o cuentas de interés, respuestas a quienes nos contactan, etc.

Mi actividad en Twitter ha representado un incremento sorprendente de tráfico a mi blog y creo que apenas estoy comenzando. Ahora he iniciado la segunda lectura de este libro e iré mucho mas lento pues no quiero perder el detalle para optimizar los resultados que con la primera conseguí.

miércoles, 13 de enero de 2016

SERIE - LA HISTORIA DETRAS DE UN HAIKU: 'Incertidumbre'


El espíritu, el alma, nuestra mente, el subconsciente quien sea que nos gobierne en ciertos momentos parece que lleva su propio ritmo. Nuestros planes se definen por un impulso o por una reflexión. Los creamos, los moldeamos, los pulimos y cuando toman forma como pensamientos su realización material suele ser más fácil, mecánica quizás.
            Sin embargo en ocasiones, ese motor que nos llevó a crear, ese espíritu o esa alma que nos mueve, cambia de vibración, los estados de ánimo la alteran y de pronto duda en su creación previa. Así me parece el estado de incertidumbre.
            Hace tiempo en una mañana de enero, hacía mucho frío y una conocida mía, estaba en un estado de inquietud, tenía muchas actividades por realizar esa mañana, pero padecía el frío mas que los otros y no se sentía inclinada a llevarlas a cabo. Al mismo tiempo, su mente divagaba por diversos pensamientos relativos a su trabajo y parloteaba sin cesar, algo que no era usual en ella. Tomó un café bien caliente, pero lejos de aplacar su incomodidad pareció exacerbar su irritabilidad.
            Esa mujer caminando de un lado para otro, hablando sin cesar, con una taza humeante de café, con las manos congeladas pero con el ánimo irritable clamaba porque apareciera un rayito de sol entre ese cielo turbio y gris. Y ocurrió. Una pequeña ventana de luz se coló por entre los nimbos, abriendo paso a un chorro cada vez mayor de energía solar. Y mi amiga salió prácticamente corriendo a tratar de absorber todos los fotones posibles en medio del estacionamiento del edificio donde nos encontrábamos. 
LAKE SAIF UL MALOOK (Yasir Abdullah Nainitalwala)
           La imagen se me antojó como una serie de paradojas semejante a lo que ocurre cuando nuestro cerebro duda entre algo que ha elegido y desea, y lo que en realidad necesita. Un estado encendido en una mañana invernal y semioscura, un rayo de sol que no calienta pero ilumina. Una especie de baño que mas que aumentar la temperatura, calmaba la exaltación de humor, mas que una taza de café. INCERTIDUMBRE.
 
INCERTIDUMBRE
Alma inquieta
bebe el sol invernal
que te refresque.

 







viernes, 8 de enero de 2016

SERIE - ESCRIBIENDO 'FLOR DE CANELA': Un concurso literario

Fue durante la segunda mitad de julio del 2015. Descubrí un anuncio en algún lugar de internet sobre el 2o Concurso Literario de Autores Indie organizado por la Tienda Kindle de Amazon. Llamó inmediatamente mi atención. Yo había escrito una novela o un intento de la misma: Diamante Ajedrez, muchos años atrás, por lo menos 25. Pero nunca la publiqué. Las razones eran diversas pero ahora me pareció oportuno quitarle el polvo y revisarla para ponerla a tono como una posible candidata.

Había un problema a la vista, muy práctico pero insoslayable. El concurso concluiría el 31 de agosto, razón por la cual me restaba poco mas de un mes para hacer cirugía plástica a un escrito que había estado guardado en mis archivos muertos durante 25 años.

Muchas veces escuche el refrán "Es más fácil parir, que resucitar a un muerto" y esta era la ocasión perfecta para aplicarlo. No fue difícil regresar esta 'bella durmiente' a su sueño perenne. Algo tiene esa historia que me ha hecho postergar su reedición tanto tiempo.

Así que una vez decidido que dejaría a Diamante Ajedrez por la paz... una vez más, el asunto estaba resuelto. Escribiría una nueva historia.

Por supuesto fue más rápido decidir esto que llevarlo a cabo. Mi mente se convirtió durante dos o tres días en una gran pantalla blanca, llena de neblina con una descomunal ausencia de ideas. Este vacío se intensificaba ante mi percepción de que escribir una novela en un mes, para cualquier escritor es un gran reto. Para alguien que no es escritor es una locura, cuando no una gran osadía, un atrevimiento supremo y una idiotez soberana. Yo no soy escritor. No al menos alguno profesional.

Pero pudo más mi necedad que mi razón y haciendo a un lado a la lógica, me embarqué en la empresa de escribir un nuevo libro, en el plazo de 1 mes.

Platicaré como fue el proceso en los siguientes posts de esta serie.

jueves, 7 de enero de 2016

"El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry

¿Otra más? ¡Ups! No, en realidad no. Esta es mi experiencia muy personal con este clásico con aureola de leyenda.

Mi primer contacto con El Principito fué a los 7 años. Mi padre me lo obsequió y me lo dedicó. En realidad no estoy seguro de que el lo hubiese leído. Era un hombre que leyó mucho no solo sobre Derecho - fué abogado - sino de temas muy diversos. Pero no lo puedo imaginar recorriendo las palabras de este libro en particular. No era muy afecto a la fantasía y El Principito es un libro muy fantasioso, además siempre se le ha etiquetado como un libro infantil y para 1943, año en que se publicó, mi papá era un estudiante de licenciatura en una época donde los hombres ya no podían darse el lujo de ser niños al llegar a la edad adulta. Quizás ahora tampoco. Para 1951 cuando el libro se tradujo por primera vez al español, ya era un litigante de 30 años que no se ocuparía de un "cuento para niños". Tal vez mi impresión es errónea y tenía su Leon Werth niño, escondido.

Pero El Principito es muchas cosas, menos un libro infantil. Al menos no lo es para mí. El volumen, un regalo de cumpleaños dedicado, fue una edición de Fernández Editores y no presentaba la imagen original del Principito de pie sobre un asteroide sino una de él sobre un fondo verde, vistiendo una especie de uniforme militar propio de su condición "real", consistente en un capote azul con forro rojo, botas federicas y portando un florete en su mano izquierda en posición de descanso. 

Edición Fernández Editores
La imagen por supuesto era muy sugerente de un cuento infantil, pero si mi padre realmente lo hubiese leído habría sabido que yo no entendería mucho de la historia, o al menos no los mensajes mas profundos de la misma.

Pude entender la decepción del protagonista, ante la incapacidad de los adultos por ver al elefante dentro de la boa, en lugar de un sombrero. Fuí más lejos aún haciendo empatía con El Principito para burlarme en secreto de lo retardados que podían ser los adultos. Pero sinceramente, no llegué a más.

Los asteroides, los baobabs, el cordero, la caja... Muchas piezas de un rompecabezas dificil de armar como un todo. Las imágenes simples de forma aislada eran agradables, pero al final no tenían sentido. Aún así puedo decir que terminé el libro pues entre su grandes cualidades esta la de ser breve. Después se formó con los ejemplares que no vuelven a salir del librero en la vida... al menos durante un buen tiempo.

Pasaron al menos 15 años, tras los cuales oí a mucha gente a mi alrededor refiriendo maravillas de El Principito. Al ver que leerlo era un valor cultural altamente apreciado en mi entorno, me sentía secretamente orgulloso de haberlo hecho muchos años antes, sin embargo también me parecía que esas personas exageraban un poco sobre una historia que me parecía muy deshilachada por decir lo menos.

Supongo que fué la presión social la que me llevó a leerlo una vez más. Nadie me obligó claro, pero supe de personas muy respetadas por mí que referían a este libro como "su favorito" de entre todos los libros posibles. Esa era una declaración muy rimbombante y al menos despertó nuevamente mi curiosidad.

Mi segundo encuentro con El Principito, a la mitad de mis 20's cambió por supuesto mi percepción. Era claro que estaba frente a un cuento poético y que gran parte de lo que leyera tendría que interpretarlo. El problema aquí es que habiéndolo revalorado y comprendiendo la profundidad de sus mensajes, muchos de ellos me quedaban aun lejos. No sé si era yo en especial, o es que a los veintitantos años uno está ocupado comiéndose al mundo a rebanadas y no tiene tiempo para reflexiones profundas a la luz de la luna o en la tranquilidad de un estudio.

No se si la tranquilidad ha llegado, pero han llegado los momentos para leer bajo la luna y sí, también para estar en la soledad de una biblioteca. Al mismo tiempo la infancia ha quedado atrás y ahora viéndola de lejos es posible darse cuenta del bagaje que contenía, hay amigos que se han ido y otros que permanecieron. Hubo ideas absurdas y egoístas. Y también hubo otras grandiosas y llenas de ensoñación. El tiempo difuminó muchas de ambos tipos, como lo hace el viento con la arena.

Pero lo más importante creo es que durante todos esos años he podido ver el amor en sus diversas facetas. Y una de sus caras más brillantes más transparentes y más reveladoras son los hijos. Ahí encontré varias piezas que me faltaban en el mecano de la historia. El piloto que fué Antoine de Saint-Exupéry sabía muy bien que muchas ideas vuelan en el tiempo y en el espacio, y que el motor que las conduce lleva varias piezas delicadas que no pueden faltar para que el viaje sea exitoso.

Las ideas hilvanadas que me dejó El Principito a los 7 años fueron consolidándose a lo largo del tiempo con las diferentes lecturas - diferentes en capacidad de comprensión - que he hecho en la vida de este libro, hasta darme cuenta que el Principito se manifestó en mis hijas de diversas formas. Con ellas fué que terminé por comprender en realidad lo que ese niño quería expresar desde siempre.

No puedo decir que El Principito sea mi libro favorito porque tengo otros que quizás ocupen posiciones antes que él, pero definitivamente si puedo decir que es uno de ellos, un amigo que ha viajado conmigo desde hace muchos años y seguramente lo seguirá haciendo, el tiempo que dure mi viaje en esta Tierra.
El Principito. Portada original

Por lo pronto me gustaría compartir un primer intento, que no haikú propiamente, que le dediqué a mi hija Claudia Andrea, mi versión femenina de el Principito con su sabiduría innata y su desesperación por la incapacidad de los adultos por comprender su mundo.


ANDREA, PRINCESITA
En un minuto instalas
tus varios asteroides
en medio del jardín.


sábado, 2 de enero de 2016

SERIE - LA HISTORIA DETRAS DE UN HAIKU: 'Radio'

Seguramente muchos de nosotros hemos experimentado una relación en la cual los intereses entre una y otra persona son intermitentes. Tal vez son una luz constante en las pupilas y en el sistema límbico de uno de los miembros de una pareja, pero la otra persona esa luz funciona como los focos del semáforo: a veces dan un franco verde para continuar, en ocasiones prenden la luz amarilla indicando que la cercanía y la intensidad de los afectos es incierta y en otros momentos de plano la luz roja nos da en la cara con toda su desfachatez para hacernos saber que por mucho que intentemos no hay paso hacia adelante.

Hemos sido en algunos momentos quienes marcamos el ritmo de una relación, quienes cerramos el acceso a nuestra cápsula y tendemos puentes de plata cuando no abismos o barreras infranqueables, y sin embargo cuando eso ocurre suele pasar inadvertido a nuestros ojos. En otros momentos nos toca ser los que esperan, los que anhelan, los que llaman, los que incitan sin obtener respuestas. Es aquí cuando duele el desamor, un desamor fugaz de minutos u horas o un desamor enfermo de meses o años. Lo que importan son las distancias y los reencuentros, mas para el que espera que para quien concede.

De aquí la idea del que transita libre, alrededor de quien tiene su mente y cuerpo ocupados en un punto fijo, solo en pensar en el objeto del amor. El primero vuelve cuando quiere al segundo, trazando un puente que brinda una felicidad de duración incierta.

'RADIO'

Vuelves a mí
de cuando en cuando
como la periferia al centro.