Según el consejo
del experto solo debería seguir el impulso de sentarse a escribir y escribir
con la finalidad de llegar a un cuento extraordinario, no necesitaba corregir
solo dejarse llevar, la edición la haría al final del escrito pero mientras
tanto el ejercicio debería ser solo el de teclear, teclear y teclear, cada vez con mas vigor con mas energía, no
golpear las teclas por hacerlo sino adoptar un ritmo casi mágico como bailando,
respirando en las teclas, transpirando
las ideas no solo sobre la máquina, sino a través de sus dedos, de las puntas
de sus pulpejos invocando los pensamientos mas alocados y encubiertos de su
alma, aquellos que una vez a flote generarían inclusive escalofríos a el mismo
y a sus lectores, porque a pesar de querer mantener la conciencia en este
ejercicio, la velocidad de la escritura dejaría exhalar los matices mas
recónditos e inexplorados del inconsciente, aquellos que verdaderamente
brindarían placeres y estremecimientos psicológicos.
Un cuento de ciencia ficción, o de terror o de enigmas tal vez, sin embargo
no algo que fuera convencional, romántico, comercial o trivial esto podría ser
tomado como una vulgaridad y una vulgaridad no tendría valor ante un editor,
ante los lectores, pero sobre todo ante si mismo. La idea era generar un
escrito que resultara valioso por fuera y por dentro, que fuera bello en cada
textura de las palabras, que tomarlo produjera un éxtasis al verlo convertido
en libro, el encuadernamiento perfecto,
las pastas suaves o duras pero hechas por una editorial formal. Algo que
denotara el esfuerzo de haber sido revisado, analizado, y aprobado por terceros,
no importando que el editor o la editorial no fuesen grandes o famosos, pero
que significara un compromiso al aceptar por válido un texto procedente de un extraño,
una prosa digna de generar sentimientos álgidos, cualesquiera que estos fueran…
No hay comentarios:
Publicar un comentario