jueves, 7 de enero de 2016

"El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry

¿Otra más? ¡Ups! No, en realidad no. Esta es mi experiencia muy personal con este clásico con aureola de leyenda.

Mi primer contacto con El Principito fué a los 7 años. Mi padre me lo obsequió y me lo dedicó. En realidad no estoy seguro de que el lo hubiese leído. Era un hombre que leyó mucho no solo sobre Derecho - fué abogado - sino de temas muy diversos. Pero no lo puedo imaginar recorriendo las palabras de este libro en particular. No era muy afecto a la fantasía y El Principito es un libro muy fantasioso, además siempre se le ha etiquetado como un libro infantil y para 1943, año en que se publicó, mi papá era un estudiante de licenciatura en una época donde los hombres ya no podían darse el lujo de ser niños al llegar a la edad adulta. Quizás ahora tampoco. Para 1951 cuando el libro se tradujo por primera vez al español, ya era un litigante de 30 años que no se ocuparía de un "cuento para niños". Tal vez mi impresión es errónea y tenía su Leon Werth niño, escondido.

Pero El Principito es muchas cosas, menos un libro infantil. Al menos no lo es para mí. El volumen, un regalo de cumpleaños dedicado, fue una edición de Fernández Editores y no presentaba la imagen original del Principito de pie sobre un asteroide sino una de él sobre un fondo verde, vistiendo una especie de uniforme militar propio de su condición "real", consistente en un capote azul con forro rojo, botas federicas y portando un florete en su mano izquierda en posición de descanso. 

Edición Fernández Editores
La imagen por supuesto era muy sugerente de un cuento infantil, pero si mi padre realmente lo hubiese leído habría sabido que yo no entendería mucho de la historia, o al menos no los mensajes mas profundos de la misma.

Pude entender la decepción del protagonista, ante la incapacidad de los adultos por ver al elefante dentro de la boa, en lugar de un sombrero. Fuí más lejos aún haciendo empatía con El Principito para burlarme en secreto de lo retardados que podían ser los adultos. Pero sinceramente, no llegué a más.

Los asteroides, los baobabs, el cordero, la caja... Muchas piezas de un rompecabezas dificil de armar como un todo. Las imágenes simples de forma aislada eran agradables, pero al final no tenían sentido. Aún así puedo decir que terminé el libro pues entre su grandes cualidades esta la de ser breve. Después se formó con los ejemplares que no vuelven a salir del librero en la vida... al menos durante un buen tiempo.

Pasaron al menos 15 años, tras los cuales oí a mucha gente a mi alrededor refiriendo maravillas de El Principito. Al ver que leerlo era un valor cultural altamente apreciado en mi entorno, me sentía secretamente orgulloso de haberlo hecho muchos años antes, sin embargo también me parecía que esas personas exageraban un poco sobre una historia que me parecía muy deshilachada por decir lo menos.

Supongo que fué la presión social la que me llevó a leerlo una vez más. Nadie me obligó claro, pero supe de personas muy respetadas por mí que referían a este libro como "su favorito" de entre todos los libros posibles. Esa era una declaración muy rimbombante y al menos despertó nuevamente mi curiosidad.

Mi segundo encuentro con El Principito, a la mitad de mis 20's cambió por supuesto mi percepción. Era claro que estaba frente a un cuento poético y que gran parte de lo que leyera tendría que interpretarlo. El problema aquí es que habiéndolo revalorado y comprendiendo la profundidad de sus mensajes, muchos de ellos me quedaban aun lejos. No sé si era yo en especial, o es que a los veintitantos años uno está ocupado comiéndose al mundo a rebanadas y no tiene tiempo para reflexiones profundas a la luz de la luna o en la tranquilidad de un estudio.

No se si la tranquilidad ha llegado, pero han llegado los momentos para leer bajo la luna y sí, también para estar en la soledad de una biblioteca. Al mismo tiempo la infancia ha quedado atrás y ahora viéndola de lejos es posible darse cuenta del bagaje que contenía, hay amigos que se han ido y otros que permanecieron. Hubo ideas absurdas y egoístas. Y también hubo otras grandiosas y llenas de ensoñación. El tiempo difuminó muchas de ambos tipos, como lo hace el viento con la arena.

Pero lo más importante creo es que durante todos esos años he podido ver el amor en sus diversas facetas. Y una de sus caras más brillantes más transparentes y más reveladoras son los hijos. Ahí encontré varias piezas que me faltaban en el mecano de la historia. El piloto que fué Antoine de Saint-Exupéry sabía muy bien que muchas ideas vuelan en el tiempo y en el espacio, y que el motor que las conduce lleva varias piezas delicadas que no pueden faltar para que el viaje sea exitoso.

Las ideas hilvanadas que me dejó El Principito a los 7 años fueron consolidándose a lo largo del tiempo con las diferentes lecturas - diferentes en capacidad de comprensión - que he hecho en la vida de este libro, hasta darme cuenta que el Principito se manifestó en mis hijas de diversas formas. Con ellas fué que terminé por comprender en realidad lo que ese niño quería expresar desde siempre.

No puedo decir que El Principito sea mi libro favorito porque tengo otros que quizás ocupen posiciones antes que él, pero definitivamente si puedo decir que es uno de ellos, un amigo que ha viajado conmigo desde hace muchos años y seguramente lo seguirá haciendo, el tiempo que dure mi viaje en esta Tierra.
El Principito. Portada original

Por lo pronto me gustaría compartir un primer intento, que no haikú propiamente, que le dediqué a mi hija Claudia Andrea, mi versión femenina de el Principito con su sabiduría innata y su desesperación por la incapacidad de los adultos por comprender su mundo.


ANDREA, PRINCESITA
En un minuto instalas
tus varios asteroides
en medio del jardín.


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