Ya he contado en
posts previos que descubrí la convocatoria para el 2º Concurso Literario de
Autores Indies organizado por la Tienda Kindle de Amazon, cuando a este le
faltaba un mes para finalizar.
He descrito
también que escribí Diamante Ajedrez mi primera y única novela hasta el momento
29 años atrás y que dicho escrito nunca se publicó y siempre mantuve la
intención inconclusa de revisarla o reescribirla.
El concurso en
puerta revivió en mí el deseo de tomar de nuevo el tema de Diamante Ajedrez. No
obstante esa historia de ciencia ficción que en la adolescencia me pareció
atractiva, adolecía de graves fallas en los personajes, en el diseño de los
ambientes, en la estructura de trama y le sobraban demasiadas hojas, entre
otros muchos defectos que le encontré.
La historia sin
embargo mantenía un tema que para mí fue central en aquel entonces y lo seguía
siendo ahora: la idea de portales abiertos a otras dimensiones.
En la narración
de Diamante Ajedrez el tema del paso a otra dimensión lo solucioné “haciendo”
atravesar al protagonista por un agujero negro viajando en una nave espacial a
la velocidad de la luz. Pero en este momento de mi vida tenía demasiadas
limitaciones “científicas” para poder justificar un escenario de ese tipo.
Además de eso no
me sentía ya motivado para escribir ciencia ficción, demasiadas explicaciones a
mi parecer. Pero el portal, ese seguía en mi cabeza. La idea cambiar los
cuerpos, la materia, en el tiempo y en el espacio siempre me fascinó. Recuerdo
imaginar una compuerta que se abría debajo de mi cama cuando era pequeño por
supuesto cuando los adultos no estaban presentes, en la cual mi hermano y yo
descendíamos a un universo paralelo lleno de juguetes. No recuerdo si de dulces
también pero sí todos los juguetes imaginables, dispuestos en anaqueles
interminables. Nunca me detuve a indagar de donde podría haber provenido la luz
que llenaba el espacio con colores claros y brillantes pero no era un lugar subterráneo
en ninguna forma.
Decidí no revisar
Diamante Ajedrez. No para este concurso, no todavía. Pero tomé el tema de los
portales como una de las piezas del rompecabezas que estaba por armar.
Dicen que uno
escribe en gran parte lo que vive y que los personajes protagónicos o
antagónicos y también los secundarios, nacen de nuestra personalidad, seamos
conscientes de sus rasgos o no. En la gran poción que comenzaba a cocinarse en
el caldero de mi mente, fueron cayendo además de los portales provenientes de
Diamante Ajedrez experiencias que había vivido en mi pasado próximo.
Primero los
lugares, aquellos que amo. No todos y no en orden: Pátzcuaro, Michoacán,
México; Boston, Massachusetts y París, Francia.
Luego yo a mitad
del camino, mi pretexto: el poco tiempo que tenía para escribir. Supongo que en
realidad es que aún no me desteto de mi mismo. Creo que los escritores maduros
lo han hecho ya, al menos lo saben hacer y pueden desprenderse y ver a otro
desde lejos o desde cerca pero como un tercero, un ojo visor que no se involucra,
alguien que toma la personalidad del prójimo y la somete a la disección bajo el
microscopio de la imaginación literaria. Quizás esos escritores, los
profesionales regresen de cuando en cuando a sí mismos pero tienen la habilidad
para desdoblarse, para penetrar en la mente y el cuerpo de los demás y a veces
inclusive para desarrollar el don de la ubicuidad.
No es aun mi
caso.
Soy médico y
debería – o se supone que debería – entender al ser humano mejor que otras
personas. Pero soy mas bioquímico que clínico creo y tiendo a descomponer en
partes en lugar de integrar en sistemas. Tengo la esperanza de mejorar con el
tiempo pero por ahora, los personajes aun los hago de plastilina como en el
kinder. Tienen una bola que representa las cabeza, un cilindro para el cuerpo y
cuatro palitos para los miembros. Hablan poco, les cuesta trabajo armar frases
largas y definitivamente aún no dialogan.
Si los exprimiera
la bola de la cabeza quizás extraería uno o dos pensamientos profundos, pero
las charlas que mas se disfrutan al leer son las de café, los pensamientos profundos
están bien para los filósofos y a mi me gustaría que me leyeran como novelista.
Demasiadas pretensiones.
Por lo tanto el
monigotito que me sale mejor soy yo mismo. Y cuando me veo de lejos me choca un
poco el parecer narcisista o egocentrista, pero creo que también tengo cosas
interesantes que contar por lo que tomé prestadas varias de las experiencias de
mi vida para ponérselas al personaje principal. Al final se parecería un poco a
mí, pero podría comenzar a desprenderme si lo describía como alguien mas.
A ese personaje
lo construí con aquellos rasgos me resultaban mas familiares. Era mi hijo y a
los hijos voluntaria o involuntariamente los esculpimos a nuestra imagen y
semejanza.
Este hijo viviría
la experiencia de los portales, en los sitios que mencioné. Además la historia
era la oportunidad para hablar de mis controversias, las dualidades que me
parecen tan interesantes y las cuales disfruto. Ciencia y religión, judíos y
cristianos, cultura provincial mexicana y Nueva Inglaterra. Y como colofón un
tema que ya he mencionado, la música como una muletilla que me acompaña. Tal
vez como un deseo reprimido de mi cerebro por aprenderla.
Quizás eran
demasiados elementos, quizás muy disonantes, quizás muy difíciles de combinar.
Pero me habían entusiasmado y comenzaban a engranarse como piezas de un mecano.
En el siguiente
número describiré como fui decidiendo cada uno de los temas que incorporé a mi
maqueta para escribir una historia.
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